jueves, 3 de marzo de 2011

Dios, el que muestra favor


En el Salmo 23 se nos dice que Dios es nuestro Pastor, y que hace que nada nos falte. Cuán reales sentimos que son esas palabras del salmista David cuando percibimos Su presencia reconfortante, escuchamos con atención Su voz guiándonos, y sentimos la suave caricia de Sus manos, que nos refresca el alma. No importa en qué situación estemos, la caricia de Dios nos da descanso y conforta nuestro corazón.

En el Salmo 67:1 se nos promete que “Dios nos mostrará favor y nos bendecirá”. ¿Cómo podemos ver en nuestra vida diaria ese favor del Dios que nos ama?  

La respuesta la hallamos en las consoladoras palabras que Dios inspira al profeta Isaías escribir, para dar ánimo y esperanza a los suyos. Hacia el siglo VIII a. C., el profeta de Dios es movido a decir al pueblo que debe confiar en Dios, y dejar que la voz de Dios los guíe. Sin duda, esas palabras fueron una muestra del amor de Dios hacia aquellos hombres y mujeres a quienes habló Isaías, y pueden consolarnos a nosotros hoy día, porque nos muestran cómo Dios hace manifiesto Su favor a cada uno de nosotros. En Isaías 30:18-21, leemos:

Dios se mantendrá a la expectativa, para mostrarles favor a ustedes, y por lo tanto se levantará para mostrarles misericordia.
Porque Dios es un Dios de juicio. Felices son todos los que se mantienen en expectativa de él.
Cuando el pueblo de Sión habite en Jerusalén, no llorarás de manera alguna. Sin falta él te mostrará favor al sonido de tu clamor. Luego que Él lo oiga, ciertamente te responderá.
Y Dios ciertamente les dará a ustedes pan en la forma de angustia y agua en la forma de opresión. Sin embargo, tu Magnífico Instructor ya no se esconderá de ti, y tus ojos tienen que llegar a ser ojos que vean a tu Magnífico Instructor.
Y tus oídos escucharán una palabra detrás de ti que diga: “Este es el camino. Anden en él”, en caso de que ustedes se fueran a la derecha o en caso de que se fueran a la izquierda.

¡Dios está a la expectativa para mostrar favor a sus hijos e hijas!, ese es el consolador mensaje del profeta. Su misericordia para con Sus hijos e hijas es una muestra de amor hacia cada uno de nosotros. La misericordia de Dios es muestra de Su amor por nosotros, porque nos tiene cariño, siente empatía por lo que es nuestra vida: nuestras luchas, nuestros sueños, nuestros problemas, todo lo que es nuestro día a día. ¿Cómo va nuestra vida? Eso mejor que nadie lo sabe el Padre, y por eso desea ayudarnos, Él siempre está atento en toda situación de nuestra vida para ayudarnos. No estamos solos para afrontar cualquier problema, si nos apoyamos en Dios.  

Porque Dios es un Dios de juicio. Felices son todos los que se mantienen en expectativa de él.

Somos felices si estamos a la expectativa del favor de Dios manifestado en nuestras vidas. “Feliz es el que se mantiene confiando en Dios”, según leemos en Proverbios 16:20. ¿Cómo nos mantenemos en expectativa por el favor de Dios en nuestra vida?




El favor de Dios es real. Personas del pasado y en la actualidad saben que Dios es Bueno, como enseñó Jesús. Sin embargo, los problemas, las dificultades, las frustraciones, esas diversas situaciones que vivimos, pueden hacernos creer que no podemos esperar el favor de Dios en nuestra vida. Consuela saber que estas palabras de Isaías que estamos analizando, fueron dirigidas a la nación de Israel en un momento en el que la nación estaba alejada de Dios. Sin embargo, la mano amorosa del Padre se extiende ante ellos para que se acerquen a Dios. Sí, nada que estemos viviendo puede separarnos del amor de Dios y de Su deseo de ayudarnos. Teniendo la certeza del amor de Dios por nosotros, sabemos que podemos mantenernos en expectativa por Su favor para nosotros.

Cuando el pueblo de Sión habite en Jerusalén, no llorarás de manera alguna. Sin falta él te mostrará favor al sonido de tu clamor. Luego que Él lo oiga, ciertamente te responderá.

Cuando vivimos situaciones difíciles, lloramos, clamamos, o nos sentimos “bajos” de ánimo. Eso lo sabe el Padre, por eso nos anima a orarle, como lo señala el profeta Isaías.

Orar. Orar. Orar. Orar siempre, y no dejar de hacerlo, es la invitación que nos hace Dios. Siempre Dios nos pide que le oremos:

Llámame en el día de angustia. Yo te libraré, y tú me glorificarás

Salmo 50:15

Y ustedes de veras me llamarán y vendrán y me orarán, y Yo ciertamente les escucharé

Jeremías 29:12

El orar tiene muchos efectos positivos. Uno de ellos, es que nos da esa “paz de Dios que supera todo entendimiento” (Filipenses 4:6, 7). En efecto, al orar sentimos una calma y serenidad que nos da la confianza que necesitamos para seguir adelante. Nos ayuda a poner en orden los pensamientos, nuestros sentimientos, y nos da una perspectiva más clara de las cosas que estemos viviendo.

Luego que Él lo oiga, ciertamente te responderá.

La respuesta de Dios a la oración es diversa. Sabemos que Dios responde a la oración. ¿Cómo? De la manera más armoniosa, positiva para nosotros y teniendo en mente nuestro bienestar. Tenemos que estar atentos a la respuesta de Dios.


Un error que se comete a veces es el orar y no dejar en manos de Dios las cosas. “Lanza tu carga sobre Dios mismo, y él mismo actuará” (Salmo 55:22), es el consejo que nos dice algo sencillo: ora, deja el problema en manos de Dios, y deja que Él actúa. Parece simple, pero no lo es. Requiere paciencia. Pero hay que pensar en lo siguiente:

¿Quién sabe cómo y cuándo resolver el problema mejor: el Dios Todopoderoso o yo? Entonces, hay que dejar que el “experto” en resolver problemas se encargue. A Dios ningún problema o situación le queda grande.

Y Dios ciertamente les dará a ustedes pan en la forma de angustia y agua en la forma de opresión. Sin embargo, tu Magnífico Instructor ya no se esconderá de ti, y tus ojos tienen que llegar a ser ojos que vean a tu Magnífico Instructor.

A veces vivimos situaciones que nos causan angustia, opresión, las cosas se complican. ¿Cómo enfrentar esas situaciones?

El profeta Isaías dice que Dios da pan en la forma de angustia y agua en la forma de opresión. Es como si al vivir esas situaciones, la “comida (pan) y bebida (agua)” que Dios nos da son los problemas que vivimos. Sin embargo, Dios nos invita a ver más allá del problema. Ver a Dios como un “Magnífico Instructor”. ¿Qué significa eso?

Al Dios Verdadero, se le conoce con varios títulos, como Padre, Altísimo, Jehová-yiré o Pastor. Cada uno de esos títulos describen una faceta, o atributo de Dios, en su naturaleza divina o en Su relación con nosotros. En este caso, Magnífico Instructor es el título que usa Isaías, y es singular porque en todas las Escrituras, sólo aparece este título en este versículo de Isaías 30:20.

De Jesucristo sabemos que es el Maestro. Sin embargo, a Jesús alguien le enseñó, pues Él dijo que “lo que enseño no es mío, pertenece al que me ha enviado” (Juan 7:16). Y el que envió a Jesucristo fue Dios, el Padre.

Dios es Omnisciente, todo lo sabe. ¿Qué puede enseñar? Puede enseñar sobre cualquier cosa: el pasado, el presente, el futuro, el origen del Universo, la verdad sobre cualquier asunto… sus enseñanzas son infinitas, siempre tiene algo que enseñar.

Dios puede ser nuestro Maestro, nuestro Magnífico Instructor. La forma en que está redactado el texto bíblico da a entender que Dios instruye, y nosotros, los instruidos por Él, debemos estar con la mirada 110% atenta a toda enseñanza que provenga de Él. Nuestros ojos, deben ser ojos que “vean” al Magnífico Instructor.


Más allá de la angustia del problema o de las situaciones que estemos viviendo, la invitación amorosa del Padre es la de aprender de lo que estamos viviendo, sacar el máximo provecho de la situación. Aprendemos cuando vamos a la escuela, o a la Universidad, o haciendo un curso de estudios con un programa establecido, en el que nos sentamos en un salón de clases o un lugar preparado para que aprendamos. Pero así no nos enseña Dios. Él puede usar las situaciones que vivimos para enseñarnos.

¿Qué nos enseñan los problemas? Muchísimo, si oramos a Dios por guía y nos dejamos moldear por Dios. Dios revelará a nuestro corazón el aprendizaje de cada situación. Lo más sabio es entonces, dejarse guiar y enseñar de Dios para que nuestra vida sea mejor. Eso es lo que quiere Dios para nuestra vida. 

Y tus oídos escucharán una palabra detrás de ti que diga: “Este es el camino. Anden en él”, en caso de que ustedes se fueran a la derecha o en caso de que se fueran a la izquierda.

Antes, eran nuestros ojos los que debían ser ojos que vean al Magnífico Instructor. Ahora son nuestros oídos los protagonistas de la exhortación de Dios. ¿Qué deben hacer nuestros oídos? Escuchar la palabra de Dios, “detrás de nosotros”. Algunos expertos en textos bíblicos interpretan esta expresión como aquella costumbre de los pastores, de ir a veces detrás del rebaño, guiándolo con sus gritos para que no se descarríe. 

Orar a Dios es importante, y esperar a Su respuesta a nuestra oración. Sin embargo, el camino de Dios es uno solo. No debemos desviarnos de seguirlo, sino que siempre debemos tener oídos que escuchen Su guía amorosa.




El desafío es entrenar el oído para que sea la voz de Dios la que nos guíe. “Te haré tener perspicacia, y te instruiré en el camino en que debes ir. De veras te daré consejo con mi ojo sobre ti” (Salmo 32:8). Dios da perspicacia, la capacidad de entender qué rumbo de acción seguir. Así, escuchando SU voz guiándonos, por medio de lo que dice la Biblia o la respuesta a nuestras oraciones, sabemos que Dios nos guía, sin desviarnos a la “derecha o izquierda”.

Repasar estas palabras de Isaías 30:18-21 nos ayudan a entender que Dios nos tiene misericordia, nos consuela, nos invita a orarle y enseña como un “Magnífico Instructor”. Sí, estas palabras nos animan a estar en expectativa del Dios que nos muestra favor.